Un noble se quejó al emperador Trajano de que en Roma había muchos pobres, que incordiaban pidiendo por las calles. El emperador llamó a uno de sus sicarios o centuriones y le dijo que preparase una cohorte o centuria, recorriese las calles recogiendo todos los pobres, los llevase al puerto, los embarcase en unas trirremes, y él fuese en otra. Y que cuando estuviesen en alta mar, prendiese fuego a las trirremes que llevaban a los pobres, y él regresase en el suyo.