Mi Abuelita siempre cocinaba muy rico.
Pero un día, puso un pastel quemado delante de mi Abuelito. No un poquito quemado, sino negro como carbón.
Esperé a ver qué iba a decir mi Abuelito. Pero, él sólo comió el pastel y me preguntó cómo había sido mi día.
Luego, oí a mi Abuelita que le pedía disculpas por su cena. Nunca olvidaré la respuesta de él: «Querida, me gusta tu pastel».
Más tarde, le pregunté si él le había dicho la verdad.
Él puso su brazo sobre mis hombros y dijo: «Tu Abuelita tuvo un día difícil en el trabajo. Estaba cansada. El pastel quemado no me hizo daño. Pero… una palabra áspera la podía haber herido».![]()
Todos cometemos errores. No deberíamos fijarnos en los errores, sino apoyar a aquellos que amamos.
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