“Aunque vierais algo malo, no juzguéis al instante a vuestro prójimo, sino más bien excusadle en vuestro interior. Excusad la intención, si no podéis excusar la acción. Pensad que lo habrá hecho por ignorancia, o por sorpresa, o por desgracia. Si la cosa es tan clara que no podéis disimularlo, aún entonces procurad creerlo así, y decid para vuestros adentros: la tentación habrá sido muy fuerte.”

(San Bernardo, In Canticum canticorum)