Una mujer modesta siempre es más atractiva que una mujer vulgar.

Una mujer casta siempre es más valorada que una mujer promiscua.

Una mujer hacendosa siempre es más deseada que una mujer fiestera.

El feminismo le dijo a la mujer, «entre más vulgar, más libre», pero el Cristianismo le recuerda, «entre más santa, más bienaventurada».

«Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas» (Pr. 31:10).