El silencio, portero de la vida interior
Lo que me ( nos?) ocurre es que «buscar el silencio» no me resulta fácil, «hay tantas cosas que hacer…».  Y, además el «ruido» lo llevo como muy metido dentro hasta el punto de que tengo la sensación de que forma parte de mi propio ser e intimidad. De ahí que el SILENCIO me resulta molesto, porque me encamina a ver mi interior, mi verdad intrínseca; esto es, «el hombre se descubre a sí mismo «; a menudo ocurre que  dicho descubrimiento no es agradable.

Y, con todo, necesito ese silencio, ese callarse que es oro en mi vida, y que me hace valorarla; y con ello, la historia, los acontecimientos, las demás personas, Dios mismo.. se convierten en seres animados que pueden HABLARME y, con el silencio, yo les pueda escuchar: porque sé que sólo desde ahí podré desarrollar mi proyecto personal y de vida. ¡Qué difícil -pero necesario- es el silencio en mi vida!.
Continúa la anécdota más abajo con una preciosa imagen…

EL POZO Y EL CUBO (y el silencio)

                                                                                                         
‑ ¿Qué aprendes tú en tu vida de silencio? ‑ Preguntó el visitante a un monje de clausura. El monje, que estaba sacando agua del pozo, le respondió:
– Mira al fondo del pozo, ¿qué ves?
El hombre se asomó al brocal del pozo.
– No veo nada.
El monje se quedó inmóvil y en silencio y, después de un rato, dijo de nuevo a su visitante.
– ¡Mira ahora! ¿Qué ves? El visitante obedeció: ‑ Ahora me veo a mí mismo en el espejo del agua. El monje le explicó:

– Ya ves. Cuando meto el cubo en el pozo el agua está agitada. Sin embargo ahora el agua está tranquila.

Así es la experiencia del silencio. iEl hombre se descubre a sí mismo!