¿Por qué mientras obra la gracia en la vasija del cuerpo, obra también allí el pecado?

El alma de aquel que gusta primero la gracia es aliviada y reposa con un descanso celeste y conoce por experiencia la dulzura del bien. Pero si el intelecto se distrae y se da a otra ocupación, su alma es colmada nuevamente por el pecado para que, afligida, aprenda por experiencia la amargura del pecado.

Entonces huye rápidamente buscando otra vez aquel consuelo y reposo inefables (…)

Gracias a aquella amargura, vergüenza y aflicción, anhela y desea más la dulzura de la gracia, su alivio y su reposo.

(Pseudomacario, Homilía XII, 2.1)