«Mandaba Dios en el Deuteronomio (20,8) a los capitanes, cuando iban a la guerra, que hiciesen pregonar por todo el ejército: «Los cobardes y temerosos vuélvanse a su casa». Y nótese la razón que da (…): «Porque no hagan cobardes a los demás, no les peguen el miedo y la cobardía». Esto es lo que hace un [alma de Dios] tibia con su mal ejemplo: hace a los demás cobardes para pelear y emprender cosas de perfección: pégales la flojedad y tibieza».

(P. Alonso Rodríguez, Ejercicio de perfección y virtudes cristianas)