Con 18 años tomó el cargo de Obispo de Santiago de Compostela. A pesar de su juventud, ofreció una madurez humana y espiritual. Predicaba en la Santa Misa y salía a la calle para preocuparse por los pobres y los abandonados. El Rey Don Sancho lo nombró pastor de la ciudad. Le tocó vivir en tiempos difíciles: los normandos estaban invadiendo España. Se puso al frente de las tropas y, cuando hubo terminado la batalla, se retiró al Monasterio de Celanova donde lo nombraron abad y murió en 977.