Existe una humildad que viene del temor de Dios
Y una que viene del amor de Dios.

Hay quien se ha vuelto humilde por el temor de Dios
Y hay quien se ha vuelto humilde por el gozo de Dios.

A uno le acompaña la compostura de los miembros, el orden de los sentidos y un corazón siempre contrito;

Al otro, en cambio, una gran dilatación y un corazón que florece y que no puede ser contenido.

(Isaac de Nínive, El don de la humildad, Sígueme, p.147)