Nació en la pobreza en 1238 y, a pesar de ello, cuando era joven, guardaba la mitad de los alimentos para compartirlos con otros más pobres. Vivió humildemente y ocupó su tiempo de descanso en la oración. Le sobrevino una parálisis y, aún y todo, Fina nunca se quejó. Recibió un nuevo golpe cuando murió su madre repentinamente. Solía orar a San Gregorio Magno para que Dios intercediera y tuviera paciencia en su aflicción. Ocho días antes de su muerte, este santo se le apareció diciéndole: «querida niña, en mi festividad Dios te dará descanso». Así sucedió el 12 de marzo de 1253.