Nuestro interior es como un coche, más viejo cuanto más tiempo pasa. Si lo limpiamos a menudo, es mejor instrumento y más útil. Sólo podemos ver lo que limpiar con un parón, un examen (donde sabremos que hay algo que va mal) y el torrente de la luz del cielo, que no sólo nos ayuda a verlo, sino también a limpiar el polvo.