Reconocí a Raúl. Joven profesional, converso que había perdido unos cuantos kilos.

  • Hey, Raúl, qué le ha pasado a tu panza, ¿qué has hecho, que ya no se ve?
    Me respondió con una mirada larga:
  • Esto es gracias a Dios…
    Debí poner la cara del que intenta conciliar la velocidad con el tocino.
    Se apresuró a replicar:
  • el ayuno, ya sabes…