San Anselmo nació en Aosta (Italia) en 1033. Se inclinó por la vida contemplativa, pero su padre se opuso. De este modo, sufrió tanto que enfermó gravemente. Al recuperarse, se adaptó a la vida mundana y, a pesar de ello, en su corazón seguía intacta la antigua llamada de Dios. Abandonó la casa paterna y llegó a la abadía de Normandía. Dedicó su vida al estudio y llegó a ser un gran teólogo. Fue elevado a la dignidad de arzobispo primado de Inglaterra.