SANTA BERNARDITA SOUBIROUS
1. Por una sopa de ajos. «También los santos eran caprichosos, pero al vivir en Cristo no temían reconocer sus faltas»
Bernardette Soubirous, la vidente de Lourdes, se consume lentamente durante una larga y penosa enfermedad en el convento de Nevers donde ha profesado como religiosa. Cuando ya le queda poca vida, un profundo dolor le asalta a esta criatura sencilla y pura: siente que en su vida pasada se ha portado infamemente. La religiosa que la acompaña no da crédito a la confidencia de Bernardette; le parece imposible que alguien como la que ella conoce, y muy bien que la conoce, pueda pronunciar las palabras que acaba de escuchar. Bernardette piensa en su madre. -¡Ya hace más de diez años que tu madre ha muerto!
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-(…) Ella había preparado una sopa de ajos y acababa de servirme un plato. Yo estaba de muy mal humor. Dios sabrá por qué y empecé a rezongar: «¡Déjame en paz de una vez por todas con tu eterna sopa de ajos. Ni siquiera puedo soportar el olor!…
La verdad es que la familia Soubirous había vivido en unas condiciones materiales de extrema pobreza, y la buena Louise, la madre de la vidente, se deshacía para poder dar algo de comer a los hijos.
– Pero de eso ya ha pasado mucho tiempo. Más de dieciséis años, hermana mía.
-No, no. Nada existe que pueda haber pasado, hace mucho tiempo. Todo está presente-exclama entre lágrimas-. ¡Mi pobre madre ha pasado una vida muy triste, y yo me porté siempre tan mal con ella.