SANTA CATALINA DE SIENA. (15 DE ENERO).
VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA 1347 a 1380

A la edad de cinco o seis años tuvo la primera visión, que la inclinó definitivamente a la vida virtuosa. Cruzaba una calle con su hermano Esteban, cuando vio al Señor rodeado de ángeles,
que le sonreía, impartiéndole la bendición.

1. “La humildad no se alcanza por casualidad” . “La caridad ante todo, aunque estemos enfermos”

Encontrándose enferma, toda hinchada, incapaz de salir de casa, se entera de que hay una viuda muy pobre, que tiene niñas y niños que saciar. Santa Catalina hace un gran esfuerzo, se levanta y, cuando aún no ha amanecido y en su casa duermen todos sale con comida para aquella familia. De repente se siente ligera, pero según avanza cada vez se le hace más pesada la carga de las provisiones y de la enfermedad, hasta el punto de parecerle que ya no va a poder seguir adelante. Logra llegar al tugurio arrastrándose como puede, descarga los víveres e intenta marcharse sin que se enteren, pero hace ruido sin querer y despierta a la mísera ama de casa.
Catalina quiere huir y no tiene fuerzas, Entonces, se queja filialmente al Señor:

-¿Quieres hacer saber mis tonterías a cuantos hay aquí?

Luego ordena al cuerpo hacer un nuevo esfuerzo:

-¡Camina, aunque tengas que morir!

Casi como gateando se arrastra fuera, pero la beneficiada logra reconocerla.

2. «Realmente veía a Cristo en los demás». «No sólo serviciales sino heroicos en el servicio»

En la Siena del siglo XIV hay un hospital, el de San Lázaro, que acoge
en su interior a varios enfermos de la terrible lepra. Allí yace una
pobre mujer, muy enferma; se llama Tecca. Nadie la cuida; más bien la
evitan.
Pero acude en su ayuda Santa Catalina, la acaricia, la lava, le da de
comer, y la mujer, que no sale de su asombro, se deshace en
agradecimiento.
Santa Catalina vuelve un día y otro, siempre con los mismos cuidados,
con la misma delicadeza. Pero Tecca se va acostumbrando, y le nace una
especie de hábito por el cual le parece natural que la joven la sirva;
y del hábito pasa al derecho, como si la joven estuviera obligada a
hacer lo que hace. Por eso le empieza a exigir fidelidad en el horario
y entrega plena. Y luego avanza un grado más, y comienzan los celos. Si
la santa se retrasa un día por estar un poquito más de tiempo en la
Iglesia, Tecca se enfada y se lo echa en cara. Pero Catalina responde
con mansedumbre:
-¡Oh, madre buena, no te inquietes, por amor de Dios; haré ahora en seguida lo que necesitas..!