Texto del libro Historia de España contada con sencillez (José María Pemán).

Murió de «gota», la enfermedad de los oficinistas, la herida mortal de los que pelean en esa guerra, más deslucida, de la mesa de trabajo. Cuando murió, su cuerpo estaba casi deshecho; Felipe II casi no era ya otra cosa sino una idea clara y una voluntad firme.

Moría como había vivido, venciendo al cuerpo con el espíritu. Como había de morir el rey que por salvar la fe, no le importaba «perder su Estado». Esta fue la norma de su vida y la lección que, a su tiempo, quiso dar al mundo.