Texto del libro Historia de España contada con sencillez (José María Pemán).

Del mismo deseo de buscar y asegurar la unión de toda España, nace también otro de los esfuerzos políticos que ocupó a varios de los sucesores de Recaredo, el esfuerzo por hacer que la monarquía se convirtiera en hereditaria, o sea, que a la muerte de un rey le siguiera en el trono, siempre, su hijo mayor y no, como ahora venía ocurriendo, el pariente que se eligiera por votos. Ya dijimos que esto ocasionaba continuamente luchas, bandos y partidos, por los muchos que querían ser elegidos. Un romance viejo, de los que cantaban nuestros antepasados hace cinco siglos, contaba este estado de cosas con estas palabras:

En el tiempo de los godos
que en Castilla rey no había
cada cual quiere ser rey,
aunque le cueste la vida.

Todo esto se quería evitar con el sistema hereditario, en el que sabiéndose automáticamente que el hijo mayor será el rey sin que ningún otro pueda aspirar a ello, hay menos bandos y ocasión para luchas. Y el mismo rey puede ser más imparcial y justiciero, puesto que a nadie le debe el favor de haber sido elegido, sino a Dios, que le hizo nacer hijo del rey.

Pero, naturalmente, estos esfuerzos de los reyes para que heredasen el trono sus hijos, desagradaban a los nobles y parientes suyos, que se veían de este modo privados del derecho que antes tenían de poder ser elegidos ellos. En torno, pues, a esta cuestión, los nobles lucharon continuamente contra los reyes, sublevándose y formando bandos y tropas para combatirles. Los reyes se vieron obligados, a menudo, a castigar duramente a grandes penas a los nobles que se iban al extranjero para buscar apoyos en su lucha contra el rey. Porque esto ocurría con lamentable frecuencia y era uno de los desastres, no pequeños, de aquel sistema de elección. Ya vimos cómo para ayudar en su elección a un rey, vinieron a España los griegos de Oriente, que se quedaron, luego, en sus tierras varios siglos. Y todavía veremos después cómo un bando de nobles, descontentos por otra elección del rey, ayudó, más tarde, a los moros en su venida a España.

Detalle de La conversión de Recaredo I, de Antonio Muñoz Degrain