“Lo que nos impide en gran manera hacernos santos es, sin duda, nuestra dificultad para aceptar plenamente todo lo que nos sucede. No en el sentido de un fatalismo que nos haría completamente pasivos, sino en el de un abandono confiado y total en las manos del Padre”.

(Jacques Philippe, “La escuela del Espíritu Santo”, p. 34)