Tanto nosotros mismos, por capacitados, preparados y entrenados que estemos, como las personas con las que convivimos (familiares, compañeros, amigos) y cualquier desconocido con quien circunstancialmente nos topemos por la calle, somos personas con poca resistencia a las situaciones adversas, con baja tolerancia a la frustración.

Ante la adversidad, cuando las cosas no suceden como esperamos, perdemos fácilmente el control de nosotros mismos y convertimos en problema y en situación crítica lo que simplemente debería haber sido una experiencia de autodominio y de habilidad para gestionar bien nuestras emociones, impulsos y actitudes. Bien advertía Goethe que el talento se educa en la calma y el carácter en la tempestad.

Bernabé Tierno