“El auténtico miedo del hombre —que es miedo a la soledad— no puede vencerse mediante la razón, sino mediante la presencia de una persona que lo ama”.

Extraño, caminar en la niebla;
la vida es soledad.
Los hombres no se conocen:
todos están solos.

En el fondo, el único que puede destruir nuestra soledad es Jesucristo. En el sábado santo, Dios quiso morar en nuestra soledad —en la muerte vive la Vida— para que el amor a Jesús sea más fuerte que el miedo a la muerte. “El que ama a Dios no tiene miedo”

(Ratzinger, Introducción al cristianismo, cap.9, “Descendió a los infiernos”)