Nació en el 291 en Palestina. De familia pagana y rica, fue mandado a estudiar a Alejandría, donde conoció a cristianos de la comunidad fundada por San Marcos. Optó por la fe, abandonando su anterior vida, y viajó al delta del Nilo para hallar al abad Antonio. Decide imitar su vida anacoreta y eso hace al regresar a sus tierras, pese a la herencia que le esperaba tras la muerte de sus padres. Buscó la soledad en el monasterio de Majuma y en Chipre, donde murió, dejando en herencia un Evangelio, una túnica, una cogulla (hábito) y un pequeño manto.