“Padre si es posible que pase de mí este cáliz. Pero no se haga como yo quiero sino como quieres tú” (Mt, 26, 39).

“¿No es evidente que nos enseña a suplicar en las tentaciones solamente el auxilio de Dios, a preferir la voluntad divina a la nuestra?

¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? (Mt 27, 46)

“Nosotros sí que somos los abandonados y despreciados (a causa de nuestros pecados) y por ello, al haberse el Señor apropiado de nuestra forma, quiso rezar con estas palabras”. (Así nos enseña que en el momento de la máxima angustia y soledad, cuando existencialmente se experimenta todo vacío y toda ruina, también hemos de acudir a su Presencia).

(San Juan Damasceno, Exposición de la fe, n.68. Sobre la oración del Señor)