Y he aquí que al fondo del precipicio se presentó ante nuestra vista un edificio inmenso que tenía una puerta altísima y cerrada. Un calor sofocante lo rodeaba y una enorme columna de humo de color verdoso, entremezclada con grandes llamaradas, se elevaba sobre aquellas pavorosas murallas. Pregunté al guía:- ¿En qué sitio nos encontramos? – Donde ya no hay salvación.

Me di cuenta de que nos hallábamos ante las puertas del infierno.

El guía me invitó a observar en las murallas de aquel horno y allí estaban escritas ciertas frases de la Sagrada Escritura.

Por ejemplo: “Id malditos al fuego eterno preparado para el diablo y sus seguidores” (Sn. Mateo 25,42). “Todo árbol que no da frutos será cortado y echado al fuego” (Sn. Lucas 3,9).