«Abracen a sus hijos. No trabajen hasta muy tarde. Lamentarás muchas de las cosas en las que estés perdiendo el tiempo ahora cuando ya no tengas tiempo».

Nunca debemos descuidar a la familia, puede que ocurra lo siguiente…

La dolorosa carta de un padre adicto al trabajo tras la muerte de su hijo

«No cambien a su familia por dinero» ese es uno de los mensajes que J.R. Storment, un hombre adicto al trabajo, dejó en una carta que escribió luego de que su hijo de ocho años murió repentinamente.

La publicación, hecha en el perfil de Linkedin de Storment, se volvió viral. «Cuando recibí la llamada estaba sentado en una sala de conferencias con otras 12 personas… Minutos antes le había confesado al grupo que en los últimos ocho años no me había tomado más de una semana de vacaciones».

Instantes después recibió la llamada que cambió su vida, era de su esposa. «J.R., Wiley está muerto», le dijo la mujer. Según el relato de Storment, él y su pareja tienen un acuerdo que establece que cada vez que uno llama el otro debe atender, por lo que él no dudó en salir de la reunión para contestar la llamada. Pero la conversación no fue larga, luego de que su esposa le dio la noticia él respondió: «¿Qué?» y ella repitió: «Wiley ha muerto… Lo siento, tengo que llamar al 911», le dijo antes de cortar la comunicación.

El hombre, cuenta, corrió por su oficina, tomó las llaves de su auto, pero se dio cuenta de que no estaba en condiciones de manejar, por lo que empezó a gritar para pedir ayuda. Un colega lo asistió y 12 minutos después estuvo en casa. La escena que encontró quedó grabada en su mente.

«Nuestro callejón estaba lleno de vehículos de emergencia. Entré por nuestra puerta frontal, que estaba abierta, y corrí directo al cuarto que nuestros niños compartían. Uno de los policías que estaba allí bloqueó el acceso, cuando un niño muere repentinamente, el lugar se convierte en una potencial escena del crimen», dice el padre.

Más de dos horas después pudo ver el cuerpo de su hijo. «Les dije a los policías que no podía esperar más. Me permitieron salir a la terraza que da al cuarto de los niños para mirar a través de una ventana. Él estaba en su cama, aún lo cubrían las cobijas, parecía que estaba dormido pacíficamente. Puse mi mano sobre el vidrio y perdí el control», recuerda.

Luego de que el médico forense terminó su trabajo los padres pudieron ingresar al cuarto. «Me invadió una sensación de calma. Me acosté junto a él en la cama que amaba, tomé su mano y repetía: ‘¿Qué te pasó, amigo?, ¿qué te pasó?». Esta escena se extendió por unos 30 minutos. Durante ese tiempo el padre acarició la cabeza de su hijo hasta que los forenses regresaron con una camilla para llevárselo.

Mientras el cuerpo sin vida de Wiley salía de su casa, el padre no soltó la mano del pequeño- que ya estaba en el interior de una bolsa para cadáveres-. «Luego todos los carros se fueron, el último en salir fue la van que tenía el cuerpo de Wiley en su interior.

El padre recuerda que la noche antes de morir Wiley no mostró señales de estar enfermo. Unos amigos de los padres visitaron la casa junto con sus hijos, todos saltaron en un trampolín, el pequeño comió su comida favorita y tuvo una discusión con su padre por la que lloró. Cuando los invitados se fueron, sus padres lo arroparon junto con su hermano gemelo. «Tuve una interacción muy dulce con él a la hora de dormir y me disculpé por hacerlo llorar», el padre se fue a su cuarto pero 15 minutos después el pequeño le dijo que no podía dormir, pues había una fiesta en otra casa.

El padre recuerda haberse despertado a las 05:40 de la mañana siguiente, lo hizo porque tenía una serie de reuniones. «Salí de la casa sin despedirme o revisar a los niños», se lamenta. Horas después la madre, que estaba en casa, notó que el pequeño llevaba demasiado tiempo dormido y fue a revisarlo. «Estaba frío», dice la carta.

Según el forense, Wiley había muerto entre ocho y 10 horas antes de que su madre entre a su habitación, lo que quiere decir que el niño murió por la noche. La causa de la muerte fue una enfermedad llamada epilepsia rolándica benigna, que le fue diagnosticada en el 2018.

Según el portal KidsHealth, «los niños con epilepsia rolándica benigna tienen convulsiones epilépticas que tienden a ocurrir a primeras horas de la mañana o justo antes de acostarse por la noche. También ocurren durante el sueño». Normalmente, esta enfermedad desaparece en la adolescencia y no suele generar mayores complicaciones. Sin embargo, en el caso de Willey no fue así. «Nadie nos dijo que esto lo mataría», escribe su padre. Storment dice en su carta que muchas personas le han preguntado qué pueden hacer para ayudarlo.

Su respuesta es consistente: «Abracen a sus hijos. No trabajen hasta muy tarde. Lamentarás muchas de las cosas en las que estés perdiendo el tiempo ahora cuando ya no tengas tiempo». Añade que no ha regresado a trabajar y reconoce que no sabe cómo hacerlo sin que los arrepentimientos que tiene lo consuman. «He considerado no volver», dice, a pesar de que reconoce que el trabajo necesita tener un balance con el que él no vivía. «Mientras escribía esta carta, mi hijo Oliver vino y me pidió usar la computadora. En lugar de decirle ‘no’ como hubiera hecho antes, dejé de escribir y le pregunté si podía jugar con él. Él se mostró sorprendido por mi respuesta y nos conectamos de una manera que anteriormente me hubiera perdido. Las pequeñas cosas importan», concluye.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: https://www.elcomercio.com/tendencias/carta-padre-trabajador-muerte-hijo.html