El amor de Dios es lo primero que se manda, y el amor del prójimo lo primero que se debe practicar (…). Tú, que todavía no ves a Dios, amando al prójimo te harás merecedor de verle a Él. El amor del prójimo limpia los ojos para ver a Dios, como dice claramente Juan: “si no amas al prójimo, a quien ves, ¿Cómo vas amar a Dios a quien no ves ?

(San Agustín, in Joann. Evangelio. 17,8)