“La santa ley que profesamos(…) nos manda que hagamos bien a nuestros enemigos, y que amemos a los que nos aborrecen; mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu; porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, no pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así, no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla. Así que, mis señores, vuesas mercedes están obligadas por leyes divinas y humanas a sosegarse.

-El diablo me lleve, dijo a esta sazón Sancho entre sí, si este mi amo no es tólogo; y si no lo es, que lo parece como un huevo a otro.”

(El Quijote, 2ª parte, cap. 27. Discurso de Don Quijote)