El árbol como lugar de encuentro, como centro de confluencia entre paisaje y paisanaje, natura y cultura, política y administración. A partir de documentos y testimonios de la tradición oral, Ignacio Abella trata de recoger la memoria de una institución histórica: el Árbol de Concejo, uno de los rasgos más significativos y paradójicamente más olvidados de nuestra historia e identidad. Viejos robles, fresnos, olmos, tejos, morales que fueron centro geográfico y neurálgico de nuestras sociedades. A su amparo se celebraron asambleas, parlamentos y concejos abiertos en una suerte de ''dendrocracia'' en la que el árbol era la capital, sede y símbolo de toda una tradición profundamente enraizada en gran parte de la vieja Europa. A través de su estudio, centrado fundamentalmente en España, este libro se convierte en una crónica apasionante de nuestro pasado, y abre además las puertas a la participación voluntaria en un proyecto de recuperación de nuestras raíces, de aquel patrimonio hermoso, vivo e irreemplazable del que no hemos sabido conservar ni siquiera el recuerdo.