La pregunta por la verdad es tan antigua como la filosofía occidental, probablemente porque los seres humanos necesitamos creer no sólo en verdades concretas, sino también en la existencia de la Verdad. Safranski explora la conciencia que el ser humano tiene de ser un sujeto escindido, separado tanto de sí mismo como del resto de la naturaleza. El anhelo de recuperar esa unidad perdida nos induciría a la creación de grandes conceptos abstractos, universales y absolutos. Safranski recuerda que somos nosotros quienes generamos verdades constantemente y, ante la amenaza del dogmatismo y del totalitarismo, propugna la ironía y el distanciamiento.