La mística de Alda Merini es profundamente carnal. Ello no la vuelve más provocadora, sino más honda, reveladora, necesaria. El Cristo de Alda Merini nace de una soledad transfigurada: es la pasión por el hombre hecho palabra, un hombre al que ama y traiciona. Más allá de lo religioso, Cuerpo de amor es un libro que no admite miradas reductoras. El acercamiento de Alda Merini a Cristo admite lecturas tan distintas que rozan lo contradictorio para acabar demostrando que a veces los puntos de vista más alejados son los más cercanos. Hondamente carnal, carnalmente espiritual, Alda Merini nos dice, dolorosamente de tan desnuda: no se tiene alma, no se tiene cuerpo: cuerpo se es, alma se es.