Marco Aurelio, el emperador filósofo que dirigió el Imperio Romano entre los años 161 y 180 d.C., es uno de los personajes mejor documentados de la Antigüedad. Incluso su rostro fue más que cotidianamente familiar: el sistema monetario imperial exhibió su retrato durante 40 años, desde el lampiño y joven heredero de Antonino, hasta el dirigente hastiado de la guerra y con barba poblada del final de su vida, con más de cincuenta años. Su correspondencia con su tutor Frontón, y más aún el cuaderno de notas privado que lo acompañó sus últimos diez años, las Meditaciones, nos proporcionan una serie única de instantes vívidos y reveladores que iluminan el carácter y las preocupaciones de este emperador, que ocupó gran parte de su vida en los terribles enfrentamientos contra las tribus del norte.