Resultados de la búsqueda para: Aquilino Duque





PALOS DE CIEGO (DUQUE, AQUILINO)
La novela Palos de ciego es mi primera tentativa en el género narrativo y ocupó mis ocios de una travesía del Atlántico que duró el doble de lo previsto. Cabe decir que fue escrita en el agua, como el nombre de Keats en su epitafio romano, con la diferencia de que el nombre del poeta estaba llamado a perdurar y el mejor destino de mi manuscrito hubiera sido el de ser arrojado por la borda y devorado por los peces. Pecado de juventud, confesión general, desahogo pueril, pronto se desvanecerían las inevitables ilusiones que se forja cualquier escritor primerizo. La enumeración de mis pasos en falso y mis palos de ciego antes de cruzar por vez primera el Atlántico sería el cuento de nunca acabar, pero el que más lamento es la atolondrada decisión de dejar Cambridge, donde me prolongaban la beca de que disfrutaba, por Dallas, de la que lo único que sabía es que era una «ciudad fronteriza» según una película protagonizada por Gary Cooper. Después de ese mal paso, era lógico que mi vida fuera un rosario de palos en el agua que el niño alado de los ojos vendados se ocupó en trocar en palos de ciego. En Cambridge estaba cuando, al hacer un resumen del año de 1954, escribí unos versos en los que, hablando de mí mismo en tercera persona, acababa diciendo: Tuvo un potro cuatralbo… Pero le dio en el anca una palmada y lo echó a galopar por las estrellas. Aquilino Duque nació en Sevilla el 6 de enero de 1931, pero su infancia transcurrió en Zufre y su adolescencia en Higuera de la Sierra. Cursó estudios medios y superiores en Sevilla y amplió estudios en Inglaterra y Estados Unidos. Cultivador de géneros diversos, tiene el premio «Washington Irving» de cuentos, el «Leopoldo Panero» y el «Fastenrath» de poesía, más el Nacional de Literatura por su novela El mono azul. Es individuo de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y ha residido en diversos países como profesor visitante y como funcionario internacional. Palos de ciego es la primera de sus novelas.

UNA CRUZ Y CINCO LANZAS (DUQUE, AQUILINO)
Rescato y reúno en este libro aportaciones mías a sendas obras dedicadas a dos españoles notables en la historia y la cultura del pasado siglo XX, a saber, don Juan de Borbón y Battenberg y don Marcelino Menéndez Pelayo. Del primero de los dos ya me había ocupado algo en una novela, y ése fue el motivo de que se me encargara su semblanza en un libro sobre él en la serie Cara o cruz de Plaza y Janés. Huelga decir que a mí me tocó cargar con la cruz. Sin embargo, el hecho de que no me tomara demasiado en serio las andanzas de mi personaje, no quiere decir que no me cayera simpático. Además, gracias a don Juan de Borbón he intentado escribir mis memorias políticas, del mismo modo que gracias a Pepe Luis Vázquez escribí mis memorias taurinas y a Antonio Mairena mis memorias flamencas, tres actividades en las que mi papel nunca pasó del de simple espectador. Con don Marcelino, en cambio no podía hacer sino bajar la celada, embrazar la adarga y romper tres lanzas por él en el primer centenario de su muerte. Las dos lanzas que siguen son posteriores: un prólogo a Los heterodoxos y unos juicios suyos sobre el Greco de Cossío, por el que en realidad rompí la quinta lanza. Aquilino Duque nació en Sevilla el 6 de enero de 1931, pero su infancia transcurrió en Zufre y su adolescencia en Higuera de la Sierra. Cursó estudios medios y superiores en Sevilla y amplió estudios en Inglaterra y Estados Unidos. Cultivador de géneros diversos, tiene el premio «Washington Irving» de cuentos, el «Leopoldo Panero» y el «Fastenrath» de poesía, más el Nacional de Literatura por su novela El mono azul. Es individuo de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y ha residido en diversos países como profesor visitante y como funcionario internacional.

LAS MÁSCARAS FURTIVAS (DUQUE, AQUILINO)
El martes 19 de agosto, a las diez menos cuarto de la noche, sacudió la ciudad de Cádiz una tremenda explosión..." Así comienza uno de los capítulos de Las máscaras furtivas, novela en la que se intenta explicar algo que nunca se explicó de manera convincente: el holocausto del barrio de San Severiano en aquella noche aciaga en la que, como dice la copla, "murieron / muchísimos inocentes". Las máscaras de que aquí se habla no son las del Carnaval, sino otras máscaras cuyo trabajo consistía en montar hecatombes como la de Cádiz. Todo cuanto aquí se cuenta es ficción, pero hay que tener en cuenta que en los años que abarca el relato -los que van de 1934 a 1947- la ficción anduvo muy por detrás de la realidad. Ahora bien, la realidad es paradójica, y si en un relato hay sorpresas es porque nada es lo que parece. Nada hay tan aburrido como una novela o una película en la que cada capítulo o cada escena permite al lector o al espectador prever lo que viene después. La gran protagonista de esta novela es la Segunda Guerra Mundial. Esta guerra, claro está, se vive de un modo en la resistencia italiana, de otro en la burocracia inglesa y de otro en la clandestinidad española. A primera vista lo que pasa en cada país queda absorbido por los destinos trágicos o cómicos de los respectivos personajes, pero las que parecen tres historias no son más que episodios de una historia común que tiene un único desenlace. Las máscaras furtivas tiene una gran deuda con el cine y leerla es como ver una película en blanco y negro, por más que de ella podría salir una estupenda película en tecnicolor.

LA INVENCIÓN DE LA PÓLVORA (DUQUE, AQUILINO)
«Algún que otro lector me reprocha que yo no escriba mis memorias y, la verdad sea dicha, no creo que yo haya hecho otra cosa desde que escribo, no sólo en prosa sino en verso. Escribir es poner por escrito la propia vida, y el resultado será tanto más convincente cuanto más vida real haya en lo que se pone por escrito. La vida está hecha no sólo de episodios, sino de sueños, de memorias y deseos / de cosas que no existen, pero que cobran existencia en todo acto de creación. Si Dios crea de la nada, el hombre, hecho a su imagen, lo intenta por lo menos, aunque casi siempre confunde la nada con naderías. De naderías están hechas la mayoría de las confesiones, pero es que hay naderías que sólo lo son en apariencia. A ese miedo a la nadería hay que atribuir el recelo del escritor ante el género memorialístico, sobre todo cuando las naderías encubren esas reservas mentales que devalúan o invalidan el sacramento de la penitencia. La primera vez que he tratado de enfrentarme con esas naderías fue en El rey mago y su elefante, donde quise recuperar mi primer decenio en esta tierra, es decir, mi niñez. Ahora, en La invención de la pólvora, trato de dar una idea de lo que fueron los años de mi adolescencia y mis primeros pasos por la vida literaria, en lo que no tengo más remedio que dar un gran protagonismo a aquellos amigos y maestros a los que debo lo que soy.» (Aquilino Duque) Aquilino Duque. Nació en Sevilla el 6 de enero de 1931, pero su infancia transcurrió en Zufre y su adolescencia en Higuera de la Sierra. Cursó estudios medios y superiores en Sevilla y amplió estudios en Inglaterra y Estados Unidos. Cultivador de géneros diversos, tiene el premio «Washington Irving» de cuentos, el «Leopoldo Panero» y el «Fastenrath» de poesía, más el Nacional de Literatura por su novela El mono azul. Es individuo de número de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras y ha residido en diversos países como profesor visitante y como funcionario internacional. Al género memorialístico cabe adscribir otras obras suyas como El toreo y las luces, La era de Mairena, La cruz de don Juan y Mano en candela. En la Editorial Renacimiento ha publicado hasta ahora Aire de Roma andaluza (poesía), La España imaginaria (crónicas), La Operación Marabú y otros relatos, Entreluces (poesía) y Caza mayor (narrativa).

MENÉNDEZ PELAYO . GENIO Y FIGURA (ALONSO DE LOS RÍOS, CÉSAR / DUQUE GIMENO, AQUILINO / GRACIA NORIEGA, IGNACIO)
Hay hombres que con su obra y su ejemplo redimen a su pueblo y lo dignifican. Entre los pueblos que se enorgullecen de haber tenido compatriotas de semejante envergadura, no está el español ciertamente solo ni es de esperar que se quede atrás a la hora de reconocerlo. Al hombre hay que juzgarlo por sus obras, y las de Menéndez Pelayo, que fue ante todo y sobre todo un historiador de las ideas, que estuvo en su día en la vanguardia y en la cima de la sabiduría europea, u occidental si se quiere, lo ponen a él muy por encima de las discusiones y los enfrentamientos de los polémicos años que siguieron a su muerte. Nadie como él valoró los momentos cenitales de la cultura española o deshizo los tópicos de un pesimismo resignado a la vez que señalaba con ojo certero y conocimiento de causa las circunstancias de la decadencia y del mal gobierno. Sus ideas las argumentó con la vehemencia y la pasión del convencido, pero con un respeto y una estimación por los que disentían de ellas que fueron en aumento con los años. Puede decirse que no hay gran prosista español que no se haya beneficiado de su magisterio, pues tenía el arte de exponer los temas en apariencia más áridos con una atractiva amenidad. Se ha dicho que si los españoles somos 'hijos de algo' es gracias a Cervantes y a Velázquez. También a Menéndez Pelayo tenemos 'algo' que agradecer en este capítulo.

LA ERA ARGENTINA (DUQUE GIMENO, AQUILINO)
«Cierta crítica literaria daría no hace tanto en acuñar la denominación de ?edad de plata? con el propósito de limpiar, fijar y dar esplendor a una etapa desdichada de nuestra historia contemporánea que empezó y acabó entre alardes de pirotecnia, como las ferias pueblerinas. Tiempo atrás, un escritor de esa ?edad de plata?, don Ramón del Valle-Inclán, fallecido cuando ya el país empezaba a oler a pólvora, había usado la expresión ?la era argentina? para anunciar la que auguraba al entonces joven siglo XX. No podía ocurrírseme título más idóneo que La era argentina, en la que está por supuesto comprendida esa ?edad de plata?, para mis reflexiones sobre los estragos, en España y en todo Occidente, de las que José Luis López Aranguren llamara a la sazón ?utopías negativas? y, más recientemente, Alejandro Llano los ?modernos Jinetes del Apocalipsis?, a saber: el pacifismo, el ecologismo, el feminismo y el nacionalismo».

EL PIOJO ROJO (DUQUE, AQUILINO)
El piojo rojo tenía que haber salido en 1993, año en que le puse punto final. Después de algún que otro pinchazo en hueso, se me brindó el primer premio con el que una prestigiosa editorial iniciaba una colección de relatos de humor. Firmé el contrato, co

LA PALABRA SECRETA . (ANTOLOGÍA 1958-2018) (DUQUE, AQUILINO)
La palabra secreta reúne un centenar de poemas de Aquilino Duque (Sevilla, 1931), autor que frecuenta diversos géneros (novela, ensayo de variada temática, memorias, artículo) sin olvidar su primera dedicación y el fundamento de su labor literaria: la poesía. Desde La calle de la luna (1958) hasta Entreluces (2009), ha ido configurando un mundo poético reconocible por su maestría verbal y por una mirada abierta hacia los múltiples registros de la realidad. En el caleidoscopio de estas páginas encontramos poemas que conjugan lo andaluz, lo cosmopolita, la evocación de poetas (maestros y amigos), los paseos musicales, las ciudades lejanas? A esta enumeración incompleta habría que añadir los poemas que tratan de las certezas del amor, los que no rehúyen una mirada crítica sobre la sociedad o los que plantean la búsqueda de lo trascendente. De palabra en palabra, Aquilino Duque ha llegado a alcanzar el secreto que encierran y sigue comunicándolo mediante las dos enseñas que definen su poesía: el cántico y la revelación.