Una noche, alguien llama a la puerta de Sebas, el viejo zapatero. Éste abre y se encuentra a un niño vestido con ropas mugrientas, que se empeña en repetir una y otra vez las mismas palabras: "¡Yo era una rata, yo era una rata, yo era una rata...!". Sebas y su mujer lo acogen en su casa. Pero el resto del mundo no puede, ni quiere, dejarlos tranquilos.