Qué miedo da verles tan inmaduros e inexpertos. Si tú has hecho tu parte, no te preocupes. Ahora les toca a ellos. Incluso si se equivocan -Dios no lo quiera- hay un momento que se va lejos de tu responsabilidad. De todas maneras, hay que confiar en ellos.

De ello habla este cuento de Jorge Bucay.

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SUEÑOS DE
SEMILLA

 

En el silencio de mi
reflexión percibo todo mi mundo interno como si fuera una semilla, de alguna
manera pequeña e insignificante pero también pletórica de potencialidades.

…Y veo en sus entrañas el
germen de un árbol magnífico, el árbol de mi propia vida en proceso de
desarrollo.

En su pequeñez, cada
semilla contiene el espíritu del árbol que será después. Cada semilla sabe cómo
transformarse en árbol, cayendo en tierra fértil, absorbiendo los jugos que la
alimentan, expandiendo las ramas y el follaje, llenándose de flores y de
frutos, para poder dar lo que tienen que dar.

Cada semilla sabe cómo
llegar a ser árbol. Y tantas son las semillas como son los sueños secretos.

Dentro de nosotros,
innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz,
morir como semillas… para convertirse en árboles.

Árboles magníficos y
orgullosos que a su vez nos digan, en su solidez, que oigamos nuestra voz
interior, que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla.

Ellos, los sueños, indican
el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada hecho, en cada momento,
entre las cosas y entre las personas, en los dolores y en los placeres, en los
triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos, a
vernos, a escucharnos, a darnos cuenta.

Nos muestra el rumbo en
presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez  cegadora.

Y así crecemos, nos
desarrollamos,  evolucionamos… Y un día,
mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de
nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como
alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y
nuestro futuro.

Nada hay que temer,… una
sabiduría interior las acompaña… porque 
cada semilla sabe… cómo llegar a ser árbol…