12. Las figuras torcidas
—Dios lo puede todo, ¿verdad?
piedra tan pesada, tan pesada que ni Él mismo fuese capaz de moverla?
—Claro. Tu voluntad es esa piedra.
(Parte de una conversación con una alumna
de 11 años. No sé si me entendió. Por si acaso, le dedico este capítulo).
Para poner su belén, Dios Padre utilizó figuras
grandes, como las estrellas o los montes, y figuras diminutas, como el grillo
del portal o los estorninos que limpiaron el suelo del establo.
obras de arte, como corresponde a la infinita sabiduría del Creador; pero no
era preciso hacerlas perfectas. Incluso convenía que tuviesen deficiencias y
limitaciones: la tosquedad también es graciosa, y el belén de Yavé no iba a ser precisamente de
porcelana.
aseguran en el Cielo, el primer camello (el todoterreno de los desiertos, que
habría de ser cabalgadura de los Reyes Magos) fue diseñado por un comité de
ángeles; y salió tan feo, con su mirada miope, sus jorobas grotescas y sus
zancos enormes y descoordinados, que a nadie se le pasó por la mente que Yavé
aprobaría aquel extraño proyecto.
sus depósitos de combustible a la vista y la suspensión independiente en las
cuatro patas.
sola, al que llamaron dromedario.
A lomo de dromedarios llegaron los Magos a Jerusalén,
y allí conocieron a otra de las figuras del belén; un personaje que salió
torcido y un tanto ridículo: se llamaba Herodes.
mal a Yavé?
Oriente parecía
escandalizada
El Creador trabaja el barro divinamente, pero los hombres no son corno las
estrellas, y algunas veces no se dejan modelar.
una de las criaturas desde toda la eternidad, y sólo con quererlas, comienzan a
existir. Tú, Oriente, eres un
pensamiento divino, y no puedes escaparte de la mente de Yavé. Allí estarás
mientras dure el universo. Si por un imposible Él se olvidara de que existes,
te esfumarías; no quedaría de ti ni un átomo de recuerdo.
te ha creado perfecta y completa para la misión que tienes encomendada, que tu
vida y tu muerte están ya escritas, igual que la caída de cada hoja del último
arbusto del mundo o las notas de la melodía que interpreta la brisa al peinar
las copas de los álamos. Nada escapa a la voluntad de Yavé…, salvo una cosa.
con un estudiado parpadeo, pero la verdad es que no entendía nada.
únicas figurillas del belén que Dios ama por sí mismas, las únicas también que
están inacabadas. Él ha soñado con cada uno, y a cada uno le ha asignado un
puesto junto al establo de Jesús. Más aún, querría poner el pesebre en el mismo
centro de su corazón. Pero los ha hecho libres.
—Que Yavé les ha hecho alfareros de su propio
barro y quiere que terminen de modelarse a sí mismos.
cuando nacen, son las criaturas más indefensas del universo? Es que están aún
sin hacer; y necesitan años para madurar. No ocurre lo mismo con los demás
animales: fíjate en las aves, por ejemplo; Yavé las viste de plumas y en pocos
días las lanza a volar; que sólo para eso han nacido. Pero los hombres deben
formarse poco a poco, hasta llegar a ser…, lo que ellos quieran.
—Naturalmente. Y si son sensatos, se dejarán
llevar de su mano, ya que, en definitiva, él está más empeñado que nadie en
hacerlos felices.
acaban por destruirse. Y cuando Yavé les habla, se hacen los sordos o miran
para otra parte, como aquel pequeño rey. Y entonces salen torcidos, grotescos:
son las figuras oscuras del belén de Dios.
Pero, ya lo verás, Oriente: aunque Yavé no pueda cambiar la voluntad de Herodes, sus
planes saldrán igualmente.
dicho Gaspar.
cada vez más pequeño, más viejo y tembloroso. Melchor tuvo la extraña
sensación de que, a medida que aumentaba su ira, disminuía de tamaño, y se
convertía en un enanito gruñón con ropajes demasiado grandes y con una corona
que resbalaba en todas las direcciones.
¿Cómo saben ustedes que era una estrella, y no un cometa, un planeta, un
meteorito, un reflejo de la luna, un pegaso, un halcón peregrino o cualquier
otro objeto volante no identificado?
estrella sea propiedad privada? Han de saber, mis queridos magos, que, en este
reino, todo lo que existe, desde las más profundas entrañas de la tierra hasta
el cielo, pertenece a la Corona…
que pertenece a Yavé que el Rey de su Pueblo Elegido?
tres o cuatro veces, escuchaban con paciencia las quejas de Herodes, y se
preguntaban por qué razón, a ese reyezuelo gruñón y avinagrado, le apodaban en
Israel El Grande.
*
* *
comprendía por qué Dios nuestro Señor le había fundido los plomos.
sin luz y sin calor, volaba a oscuras por el espacio como una estrella fantasma
o como un meteorito, invisible a los ojos de los Magos, que la habían perdido a
las puertas de Jerusalén.
—se quejaba—. No es justo lo que les ha ocurrido a los pobres Magos. Me han
seguido desde tan lejos… Hemos cruzado el desierto, y no han desfallecido. Sabes
bien, Gabriel, que a punto estuvieron de volverse atrás cuando Yavé les mandó
la tormenta de arena, y cuando se quedaron sin agua y casi sin esperanza de
encontrarla. Sin embargo todo lo superaron porque sabían que al anochecer yo
aparecería en la línea del horizonte para indicarles el camino.
ahora…
estrella, en esta etapa del viaje, debe ser el Rey de Israel.
—¿Herodes?
lo haga, Yavé te encenderá de nuevo para que guíes a tus Magos.
—Han llegado unos Magos de Oriente, unos gentiles
amigos de las estrellas.
En el templo lo susurraban los sacerdotes y los
mercaderes; los rabinos buceaban en sus libros en busca de pistas para
localizar al Niño; los pastores llevaban el mensaje con sus rebaños a los
pueblos vecinos; los campesinos, siempre desconfiados, miraban de reojo al
cielo por si también ellos avistaban la estrella, y hasta los publicanos
olvidaron por un momento su oficio de recaudadores para preguntarse quién
podría ser ese rey tan temido y deseado.
de la Corte, trataba de dar una salida a la crisis.
tierra de Judá, no eres ciertamente la menor entre las principales ciudades de
Judá; pues de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo, Israel…».
sonrisas.
y vuestra famosa estrella anuncie el nacimiento de un rey. Id a Belén, y
preguntad allí. Si lo encontráis, regresad cuanto antes, que yo también quiero
adorarle.
Cuando los Magos cruzaban la puerta de la Ciudad,
Yavé encendió de nuevo a su estrella y le entregó como regalo una cola
bellísima de espuma plateada, como la estela de una nave. Los Magos, al
descubrirla en el horizonte, se llenaron de alegría, y Oriente se ruborizó al verse reflejada en las aguas del mar. Quiso
decir algo; pero al Ángel, de pronto, le entraron las prisas:
Voy a contárselo. Tú, mientras tanto, guíales hasta el Portal.
Gabriel se había puesto serio, y aunque todo el
mundo sabe que los Ángeles no lloran, la estrella creyó ver en sus ojos la
chispa de una lágrima.
—¿Qué te ocurre? ¿Estás triste?
nada… Es que el belén de Yavé se va a llenar de sangre. Pronto verás las
primeras figurillas rotas; morirán antes de abrir los ojos. Son los más
inocentes, y Dios los creó para vivir; pero Él, que ha preparado un firmamento
entero para decorar su cuna, que ha movido montañas y océanos con sólo su
pensamiento, no puede mover la voluntad libre de un reyezuelo oscuro y
torcido…
estrella empezó a descender sobre el Portal. Tras su larga estela de plata,
volaba una escuadrilla de serafines, que comenzó a entonar el primer
villancico, con letra y música de Yavé.
hasta los ángeles sintieron escalofríos. Pero en la tierra casi nadie lo vio:
los hombres, aquella noche, tenían otros sueños más urgentes.
porque tampoco vieron el rubor de las mejillas de María ni la sonrisa de San
José ni los aplausos del Niño desde el pesebre.
El Belén que puso Dios, Peque Monasterio
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