«Cualquiera de estas imperfecciones en que tenga el alma asimiento y hábito es tanto daño para poder crecer e ir adelante en la virtud, que si cayese cada día en otras muchas imperfecciones y pecados veniales sueltos, que no proceden de ordinaria costumbre de alguna mala propiedad ordinaria, no le impedirán tanto cuanto el tener el alma asimiento a alguna cosa.

Porque, en tanto que le tuviere, excusado es que pueda ir el alma delante en perfección, aunque la imperfección sea muy mínima. Porque eso me da que un ave esté asida a un hilo delgado que a un grueso; porque, aunque sea delgado, tan asida se estará a él como al grueso, en tanto que no le quebrará para volar. Verdad es que el delgado es más fácil de quebrar; pero, por fácil que sea, si no le quiebra, no volará.

Y así es el alma que tiene asimiento en alguna cosa, que, por más virtud tenga, no llegará a la libertad de la divina unión».

(S. Juan de la Cruz, citado por S. Alfonso Mª de Ligorio, «Práctica del amor a Jesucristo», cap. XI, p. 163)