«Nunc coepi: ¡ahora empiezo!»
Hoy he vuelto a empezar,
porque quiero querer de verdad
las cosas que siempre he querido
que nunca dejé de querer…
Era necesario volver a empezar
y Tú me lo has dicho:
vuelve, vuelve a lo de siempre
a las pequeñas cosas mías, familiares,
estrénalas de nuevo,
asómbrate de nuevo,
como el niño se asombra
y descubre y estrena
a cada paso nuevo el primer paso.
«Vuelve a empezar», me has dicho,
como la buena madre cargada de paciencia.
«Prueba otra vez,
verás que sí, mi niño, ¡prueba!».
Y pruebo.

(Julián Herranz, «Atajos del silencio», p. 99)

La mirada del autor va más allá de la simple contemplación estética de la naturaleza, descubriendo en todo la presencia de Cristo.