Donde pone la palabra monasterio puede ponerse la palabra obligación o la palabra presente. Muchas veces intentamos huir del presente o de las obligaciones cuando nos rodea tristeza o aburrimiento existencial y queremos configurar un mundo irreal de fuegos artificiales, que no acepta lo cotidiano, el día a día, si no va acompañado de diversión, de ruido exterior. Conformarse con lo que hay y, en lo que hay, acaba apareciendo Jesucristo con su rostro amable. Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.

«En tiempo de tentaciones no abandones tu monasterio, sino soporta con coraje las olas de pensamientos Y, sobre todo, aquellos de la tristeza y de la acedia. Puesto así providencialmente a prueba mediante las aflicciones, tendrás firme la esperanza en Dios. Pero si te vas, serás hallado reprobado, débil e inconstante».

(Máximo el Confesor, Primera centuria sobre la caridad)