Cuando se entra al Oratorio –o a un templo–, si se ve encendida la lámpara del Santísimo, se saluda al Señor haciendo una genuflexión, poniendo la rodilla derecha en tierra, manteniendo el cuerpo y la cabeza erguidos, mirando de frente al Sagrario. La mano derecha puede estar sobre el pecho, extendida. Y, como recomendaba San Josemaría, decir la jaculatoria: Te adoro con devoción, Dios escondido, interiormente.

No es necesario hacer la señal de la Cruz en este momento. Tampoco parece saludo adecuado hacerlo de lado, como las pinturas egipcias, se puede hacer la broma.