El joven Rey Constantino llevaba una vida desarreglada y, al ser tocado por la gracia, abandonó el trono, se convirtió y cambió radicalmente su vida. Se retiró al monasterio irlandés de Rathan y se ordenó sacerdote después de siete años de vida penitente y de estudio de la Sagrada Escritura. Después, regresó a Escocia para dar a conocer el Evangelio y allí fue asesinado por paganos cuando predicaba por calles y plazas.