«Cuando en las vidas de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia que todos los martirios que padecen (…), pareciéndome que precia Dios más un alma que por nuestra industria y oración le ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer.»

(Sta. Teresa, Libro de las Fundaciones, cap. 1,7)