«Desde el nacimiento nos enseñan que la vida está hecha para construir, y en cambio no es cierto. No es cierto porque aquella que se construye tarde o temprano se derrumba, ningún material es tan fuerte como para durar eternamente. La vida no está hecha para construir, sino para sembrar. En el largo trayecto, desde la hendidura del comienzo hasta la del final, pasamos y esparcimos la simiente. Acaso jamás la veamos nacer porque, cuando brote, nosotros ya no estaremos. No tiene ninguna importancia. Importante es dejar tras de sí algo en condiciones de germinar y creer».

(Susana Tamaro, «Anima mundi»)