Luzbel, el engañador

Cuando el ángel Luzbel era conducido a su castigo, custodiado por guardias celestiales, pasó delante del trono de Dios.
– Me figuro, Señor, que se me concederá la última voluntad -dijo, parándose en actitud humilde.
– Mucho me temo que no -respondió ceñudo Dios-, pero nada se pierde con que expongas tu deseo.
– Sé que tienes en proyecto la creación del hombre -dijo Luzbel- y quería pedirte que no dejaras a los hombres inventar sus propias leyes, pues para eso ya estamos los seres superiores, como Tú y como yo.

Continúa el relato de esta historia…

– No accederé a la demanda del enemigo del género humano -repuso colérico Dios-. Las leyes de los hombres se las dictarán ellos mismos.

«Eso es precisamente lo que yo pretendía» pensó sonriente Luzbel, mientras era empujado al infierno.

Germán Sánchez Espeso (Pamplona, España, 1942)
Paraíso
Madrid, Emiliano Escolar Editor, 1981, pp. 41-42