Nació en Alemania en 1577. Era muy inteligente, se doctoró en Derecho y llegó a ser un estimado profesor de Filosofía y Letras. Dedicó su vida a la abogacía y, cierto día, en un pleito le ofrecieron unas monedas para que hiciera trampas. Fidel no estaba dispuesto a vender su alma a Satanás y con 35 años se hizo religioso capuchino. Habiendo sido tan rico en su profesión, se fue a vivir con el capuchino más pobre. Le pedía a Dios que lo librara de la tibieza y su predicación sencilla conseguía grandes frutos. Lo enviaron a predicar a Suiza, cuna de protestantes calvinistas. Antes de iniciar el viaje, en su sermón anunció que sería asesinado. Así fue y en 1746 el Papa Benedicto XIV lo nombró santo.