Le encomendaron la misión de evangelizar Inglaterra debido a su humildad y docilidad. En 597 salió de Roma y se detuvo en la isla de Lérins, donde le hablaron del temperamento belicoso de los sajones. Este hecho le aterró y le hizo regresar a Roma. Una vez que le nombraron obispo, hizo el viaje en breves etapas y, finalmente, llegó a la isla británica de Thenet. La obra de los monjes tuvo éxito y el mismo rey pidió el bautismo y llevó a sus súbditos a abrazar la religión cristiana. Agustín alcanzó el cargo de arzobispo primado de Inglaterra.