Ayer me vino un negrito ghanés, junto a un supermercado. Me extrañó, por que normalmente estos señores no piden.

Me dijo: señor, tengo hambre.

Entramos en el supermercado y le pedí que escogiera.

De temor (no sabía si seguirme) pasó a confianza.

Le dije: ahí tienes el pan.

Él no me oyó: fue directamente al arroz, al tomatito frito…

Le pregunté si tenía sal y aceite y me dijo que sí.

Por su honradez me decidí a comprarle una bandeja de pollo.

Me dijo: este no ese.

Y señaló a otra bandeja, tan buena como la primera.

Le pregunté con la mirada…

Me explicó: es más barata…

Definitivamente, su sinceridad y honradez me habían ganado el corazón…