Nació en Pamplona (Navarra) y lo convirtió a la fe un discípulo de San Saturnino: San Honesto. Lo consagró el Obispo de Toulouse y lo envió a predicar por Francia. En Amiens construyó un templo y convirtió muchos paganos al Cristianismo. En Francia un gobernador decidió encarcelarlo, pero el pueblo invadió la cárcel y lo liberó. El jefe pagano de Amiens le ordenó que dejara de predicar la religión de Cristo. No quiso dejar de predicar y el gobernador le mandó cortar la cabeza. De este modo, consiguió lo que más quería en toda su vida: derramar su sangre por Jesucristo y llegar a ser mártir de nuestra santa religión.