Entrega total. Me contaron hace poco lo que ocurrió en una familia joven: un matrimonio con dos hijos pequeños. La niña tiene una enfermedad y necesita una transfusión de sangre. Los médicos les dicen a los padres que lo mejor es que la sangre sea de su propio hermano. El padre se lo consulta al niño. El niño le dice a su padre que le deje un tiempo para pensárselo. Al poco tiempo le dice que sí, que está dispuesto. Se produce la transfusión y todo sale perfectamente. A los pocos días el niño le pregunta a su padre: “Papá, ¿y yo cuando me muero?”. Pensaba que hacer una transfusión significaba que él tenía que morir.