Muchas veces se presenta a Dios como un freno, un obstáculo para lo que a uno le gusta. Cuantos padres y, sobre todo madres, consciente o inconscientemente, inculcan a sus hijos esa visión de Dios. Eso lleva a que acaben viendo al Señor como un estorbo. Y los estorbos tendemos a sacudirlos.
Necesitamos comprender que el Señor lo único que quiere es nuestro bien. Lo que nos pide, podrá costarnos, pero es lo que más nos conviene.
El estorbo se maldice. La medicina, aunque amargue, si nos cura, se agradece.
Dios no es un freno. Es el mayor estímulo.
Continúa en leer más…
Estorbos fuera: Basta de Abuelito