Resulta que una vez se encontraba Alejandro Magno ante el altar, derramando incienso ante los dioses. Su preceptor Leónidas se enoja, se acerca y le reprocha diciendo: «Para hacer tan abundantes ofrendas es preciso que esperes a que seas dueño del país del incienso…». Más tarde, Alejandro fue el señor del Asia y envió a su maestro cien talentos de aromas para que no fuese un avaro con los dioses…