El síndrome del jefe infernal

Se puede dirigir al jefe, en caso de que sea malo-malísimo: eligiendo el tipo de preguntas, para teledirigir la respuesta; diciendo que sí y haciendo lo que uno quiera; filtrando la información, de tal manera que no haya reacción desfavorable… Pero lo más importante es no dejarse comer en todos los terrenos, dejándole socavar la propia autoestima: mostrar firmeza en defender lo tuyo, sin enfrentamiento.

El jefe comenta a su empleado:

¡Hace 17 años que estoy casado!, y todavía quiero a la misma mujer, ¿No es maravilloso?

¡Ojalá que su mujer no se entere nunca!

Y otro de jefes:

El jefe le dice al empleado, tu no pienses en mi como tu jefe, piensa en mi como un amigo que siempre tiene la razón.

Pero los hay infernales…

¿Le ha tocado padecer alguna vez el síndrome del jefe infernal? A Alison Laichter le pasó recientemente, cuando empezó a trabajar en una organización ambientalista en San Francisco. Su superior socavaba su autoestima continuamente. Por ejemplo, criticaba una propuesta suya en una reunión, y se la plagiaba un mes después, o gritaba a los empleados hasta sacarles las lágrimas.

Fuente: THE WALL STREET JOURNAL

El síndrome del jefe infernal es un cliché de los manuales de negocios. Ya sea que griten, den portazos o sean unos sociópatas, este tipo de gerentes puede dañar la carrera y la autoestima de los empleados, al abusar de ellos psicológicamente y enrarecer la atmósfera laboral.

Sin embargo, más perturbador aún es el hecho de que a veces la gente parece preferir tener un mal jefe y pueden llegar a ser cómplices en su comportamiento destructivo. Esta es la idea del libro The Allure of Toxic Leaders (Algo así como El encanto de los líderes tóxicos), de Jean Lipman-Blumen, profesora de psicología industrial de Claremont Graduate University en California. «A veces es difícil ver a través de esa cortina de humo que es el carisma cuando [uno] se topa por vez primera con un jefe o líder», asegura.

Estos jefes infernales, explica, manipulan las necesidades psicológicas de sus subordinados. Como la gente necesita sentirse segura o especial, pueden pasar por alto los primeros abusos. Una vez que se encuentran atrapados en una dinámica destructiva con su jefe, la gente adquiere un sentido de desorientación y falta de autoestima que dificulta romper el patrón.

LAS ORGANIZACIONES necesitan entender cuán frecuente es el fenómeno del mal jefe», dice Gary Lahey, cofundador de www.badbossology.com, un sitio Web que publica información en inglés sobre jefes nocivos. Una encuesta reciente determinó que el 48% de sus visitantes despediría a su jefe si pudieran, mientras que el 29% dijo que buscaría que un psicólogo lo evaluara.

Si se encuentra en esta situación, primero debe analizarla en detalle. Pregúntese si usted mismo puede estar contribuyendo al problema. Observe cómo otros se relacionan con su gerente. Aunque algunos jefes tienen problemas de personalidad que no cambiarán, ¿podría usted modificar algo para mejorar la situación?

Algunos especialistas recomiendan abordar al jefe y plantearle el problema con calma y de manera respetuosa.

«El empleado deberá evitar presentar su caso desde un punto de vista emotivo, porque cuando las emociones están a flote la situación puede irse de control», explica Linda Matias, directora general de CareerStrides, firma de capacitación de Smithtown, Nueva York.

Evite hablar del tema con sus colegas, lleve la cuenta de los abusos de los que ha sido objeto y en determinado caso consulte con un abogado laboral. Acudir al departamento de Recursos Humanos no suele ayudar: un estudio reciente concluyó que sólo el 1% de los empleados encuestados encontraron allí la solución a sus problemas.

En todo caso, haga visible su firmeza en todo momento, ya que los jefes infernales suelen abusar de la gente que lo permite.